miércoles, 30 de julio de 2008

Apadrina un politico botarate


A propósito de las balanzas fiscales venia un interesante artículo de Josep Ramoneda en El País del día 16/07, donde desarrollaba la idea de las balanzas fiscales. Con la publicacion de dichas balanzas salio a la luz lo que todo el mundo sabía, que hay comunidades que pagan más y otras menos, fundamentado en el estado democrático nacido de la restauración y los estatutos de autonomía.
A priori me parece algo obvio, es el mismo sistema que se establece en países, incluso más descentralizados, que España, caso de Alemania, donde la parte que fue
la República Federal Alemana trasvasa a la parte oriental un porcentaje cada año para amortiguar el gran déficit existente entre ambas partes.
Lo que si sorprendió, tras conocerse las balanzas, fue el porcentaje total de déficit acumulado con algunas regiones, principalmente las más ricas, Baleares, Catalunya, Comunidad Valenciana, Comunidad de Madrid... hemos de admitir que un porcentaje es sano y justo para el desarrollo igualitario de otras partes del país, posiblemente habría que discutir si cifras entre un 8 y 9% no son ya excesivas.
Los impuestos no pertenecen a los territorios, ni siquiera a los políticos, sino alas personas que los pagan, y no sería justo que ellos mismo decidan donde deben ir a parar.
En tiempos donde la solidaridad, el 0,7%,cancelación de deudas, el altruismo, etc es algo socialmente/políticamente aceptado y cuando todas las empresas se jactan de sus departamentos de responsabilidad social corporativa, y las empresas parecen ong´s, que se polemice sobre estos aspectos parece un atraso, la publicacion de dichas balanzas, tan solicitadas como esperadas, ha sido la excusa perfecta para que los partidos nacionalista pongan el grito en el cielo y le den base a todas sus quejas, por otra parte ya sabidas, y descubrir que lo único que les interesa es la tribulación de los impuestos,no tanto la lengua y/o cultura.
Y que políticos de un partido de izquierdas , y en teoría preocupado por el medio ambiente, use las balanzas fiscales para mofarse de toda una comunidad es otro despropósito de los políticos, que una vez más demuestran que no están a la altura de quienes los eligen.
Como extremeño que vive y tributa en Barcelona siento vergüenza por estos comentarios que vienen tanto de uno como de otro lado.

miércoles, 2 de julio de 2008

Lo contrario de lo que hemos sido



En otras ocasiones, cualquier actuación aceptable de la selección española -no digamos cualquier victoria, como la inicial goleada a Ucrania del último Mundial- ha desatado una euforia desmedida y un patrioterismo achulado de la peor especie. Esta vez, en cambio, y pese al cutrerío montado por la cadena Cuatro en la plaza de Colón, lo que creo que prevalece es una sensación de desconcierto e incredulidad, que extrañamente templa los ánimos, en lugar de exaltarlos, y nos lleva a ser modestos, o lo que quiera que sea lo contrario de fanfarrones y triunfalistas.
No estamos acostumbrados a que España convenza y juegue de maravilla. Ni a que su actitud en el campo sea serena y esté exenta de agonismo y también de agonía. Nos resulta tan raro ganar sin angustias y sin heroicidades que hasta cierto punto nos cuesta ver al actual equipo como a la España de siempre, lo cual, contradictoriamente, nos tienta a sentirlo como menos nuestro, o aún es más, como una pandilla de impostores. Lo extraordinario del caso es que estos mismos jugadores, hace tan sólo unos meses, durante la insoportable fase de clasificación, nos parecían no sólo el grupo dubitativo, inseguro, insípido y más bien aburrido de casi siempre, sino, como yo mismo dije en una columna, "una selección de medianías". A la vista de sus partidos de la Eurocopa, sobre todo de la semifinal contra Rusia, está claro que me equivoqué o que se ha producido una monstruosa y jovial transformación. Supongo que lo primero, y que no supe ver lo que encerraba este conjunto de futbolistas. El verbo "encerrar" es aquí particularmente adecuado, porque su excelencia y su aplomo eran todo menos manifiestos, creo yo.

Y ahora, ¿cómo nos acoplamos, cómo hacemos? Supimos ver con objetividad, y dentro de todo se nos hizo verosímil, que Holanda barriera del campo a Francia y a Italia; desde luego que España jugara agarrotada y nos sometiera a sufrimiento en su partido contra la segunda; también que Rusia, a su vez, barriera del campo a la hasta entonces aguerrida Holanda.

Lo último no ha habido manera -o tiempo- de asumirlo como verdadero: que España, precisamente la acomplejada y pusilánime España, barriera del campo a los que habían barrido del campo a los vigentes campeones y subcampeones del Mundial último, Italia y Francia. ¿Somos en verdad "nosotros"?, es la pregunta incrédula que nos sobrevuela. Y esa extrañeza se traduce, curiosamente, en menos bravuconería y vociferación, menos patriotismo y mayor moderación. Ganar mereciéndolo nos deja perplejos y nos invita a sacar menos pecho. Quién sabe si a partir de ahora aprenderemos hasta a ser elegantes. Queda la final. Es probable que contra Alemania todo regrese: las bajas pasiones, el navajismo, el llanto a lo Luis Enrique y el juego aturullado y frágil. Contra la terquedad y la buena suerte alemanas, contra su pesadez y su fútbol tan poco imaginativo como irreductible, todo eso cabe. Es más, hay que contar con la peor pesadilla: que luchemos y haya "no goles" a lo Cardeñosa o Michel, que el árbitro nos perjudique, que Casillas la pifie como Arconada hace 24 años, que fallemos tres penaltis o que en el último segundo nos hunda un defensa, como Lahm a la divertida Turquía o Schwarzenbeck cuando impidió que Luis Aragonés levantara una Copa de Europa. Entonces todo volverá a su lugar. Nos lamentaremos durante varios lustros, clamaremos contra la injusticia, los locutores repetirán hasta la saciedad: "Ha sido una pena, ha sido una pena". Lo de Rusia quedará como anécdota, como un sueño, una excepción. Ojalá no sea así. Ojalá tengamos que renunciar de una vez a nuestra falta de carácter y a nuestra mala suerte. Ojalá mantengamos nuestro primer estilo definido en decenios y sigamos viendo a nuestro equipo como si fuera el de otros. Es decir: ojalá sigamos desconcertándonos, para así empezar a acostumbrarnos a ser por fin lo contrario de lo que siempre hemos sido. Por lo menos en fútbol. Por algo se empieza.

Javier Marias, El Pais Semanal 29/06